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Jesuitas Tudela – Colegio San Francisco Javier

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Día del antiguo alumno 2025

Donde el corazón vuelve: el reencuentro de los Antiguos Alumnos del Colegio Jesuitas de Tudela

El pasado sábado 10 de mayo, los pasillos del Colegio Jesuitas de Tudela volvieron a llenarse de vida y memorias. Alrededor de 225 antiguos alumnos regresaron a lo que un día fue su casa para celebrar el esperado Día de Antiguos Alumnos, un encuentro anual que va mucho más allá de una simple reunión: es una vuelta al origen, al lugar donde comenzó a forjarse buena parte de lo que hoy son.

El programa arrancó a las 10.00 h con una bienvenida en el hall de entrada, donde los abrazos y las sonrisas cómplices comenzaron a entrelazarse como si el tiempo no hubiera pasado. A continuación, una visita guiada por las instalaciones permitió a los asistentes redescubrir espacios que permanecen inalterables en la memoria —el aula de siempre, el patio del recreo, los rincones que guardan secretos de juventud y amistad— y también conocer las nuevas realidades de un colegio que sigue creciendo sin perder su esencia.

Después, los asociados participaron en la Asamblea Anual de Antiguos Alumnos, un momento para revisar lo hecho, soñar lo próximo y seguir tendiendo puentes entre generaciones. Poco después, la Eucaristía celebrada en la Iglesia del colegio ofreció un espacio de recogimiento y agradecimiento, enmarcado en la espiritualidad ignaciana que impregna cada rincón de esta casa común.

El día avanzó con el ambiente festivo de un vermut compartido y una comida que reunió a todos. Pero fue ya por la tarde cuando la alegría tomó forma de música, brindis, bingo solidario y risas sin reloj. El llamado «tardeo» cerró la jornada con el mismo espíritu con el que había comenzado: el de la fraternidad.

Uno de los hechos más destacados del día fue el homenaje a los antiguos alumnos que celebraban sus bodas de diamante: 75 años desde su graduación. Su presencia no solo fue un motivo de admiración, sino también un símbolo vivo de lo que significa ser alumno de Jesuitas más allá del aula: una fidelidad que atraviesa décadas y una forma de mirar el mundo que no se pierde con los años.

Y es que, más que un acto social, este reencuentro fue un testimonio palpable del profundo sentimiento de pertenencia que sigue latiendo en los corazones de quienes pasaron por estas aulas. El colegio deja huella, y no es una huella cualquiera. Se trata de una impronta que habla de servicio, de conciencia, de mirar con los ojos abiertos y el corazón dispuesto. De ese modo de ser y estar en el mundo que San Ignacio y San Francisco Javier soñaron para sus compañeros.

Volver al colegio no fue solo un ejercicio de nostalgia, sino una reafirmación del vínculo que une a generaciones distintas bajo un mismo legado. Como si en cada paso por el claustro resonara aún el eco de una vocación compartida: ser hombres y mujeres para los demás, allá donde la vida los haya llevado.